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Mostrando entradas de 2021

Valentía

Que debo ser valiente para enfrentar la realidad: soy un producto de la sobreprotección como una forma de amor mal entendida. Eso me dices en tus momentos de lucidez dulce en los que quiero instalarme para siempre y no respirar. Lucidez punzante como astilla de hierro. Durísima lucidez que prefiero siempre a tus gritos. Que tenga valentía para reconocer que todo lo que percibo está equivocado y que te mostré al mundo como si fueras el monstruo secreto que cobijo bajo la cama. Lo hice. Y abrí mi pecho y te entregué todo lo que conocía, mientras el corazón me latía en los pezones al ritmo que le marcaba tu voz. Valentía le pides a un juguete destrozado y hay trozos de plástico de muñeca vieja en mi habitación de casa de mis padres.  Fue premonitorio y se ha cumplido: desnudos frente al espejo nunca conseguí ver tu sombra. Ya no estás. Y quieres que sea valiente para morir en un abrazo que no es el tuyo.  **** He desaparecido.  Pero en el hueco que habité crecen árboles frutales, huele a

No se acuerdan de tu nombre

Volví a sentirme como antaño: fiera y despierta. Y es que después de un divorcio amistoso, tranquilo pero tristísimo, la mente está entumecida. El cuerpo, también. Y se responde a los estímulos de forma feroz. Ni siquiera me planteé las consecuencias. Me bajé del coche, sí. Y el llegó hasta mí con una levita de cuero marrón oscuro, bufanda beige y recién afeitado. Me abrazó como me había prometido en tantas charlas en Whatsapp. Sentí al calambre y me atravesó la ropa. Y temblé en sus brazos que me apretaron con fuerza como queriendo deshacerme y fundirme con él.  ¿Qué me has hecho? Y me deshizo. Y fundió mi espíritu en sus ansias.  Meses, un año, siete meses más. Perdí el norte en su sur. Se desdibujaron mis líneas propias, esas que sostienen la cordura y me atan al suelo. Lo fui perdiendo todo. La vida dejó de importarme si tenía esa fuerza que me arrastraba en pleno sueño, con violencia, contra su pecho. No me permitió respirar, no podía respirar, no podía despertar, no quería desper

Las estelas de los barcos

Me subiste a pulso del agua, y creías estar a muchos metros sobre mí. Lo que no sabías es que respiro en todos los niveles. Y llegar al fondo no me asusta. Tú sabes del mar y su ira, sus sacudidas rompen tu sistema por completo. En cambio yo soy capaz de parir en mitad de la tormenta mientras el frío te ahoga y te destruye. Ya no duele la herida del anzuelo. Aprendí a sellar mis labios y a no perseguir por amor las estelas de los barcos. 

Un momento eterno

Confieso el dolor y las obsesiones. No es habitual reconocer que se es frágil (aunque una haga aquí inventario de sus neurosis), que se es un poco demente, quizás, como lo somos todos. No es común la sinceridad de plantarse ante los demás como lo que se es. El uso de máscaras aceptadas y aceptables es la constante. Limpiamos rápidamente la sangre transparente derramada después de las puñaladas invisibles. Al trasluz se ven las huellas. Pero confieso el dolor y las obsesiones. El ninguneo, el silencio adrede, esa amistad que no es, que no está, pero fingió que era y que estaba. Ay, esas personas que llegan, absorben toda la luz, y se alejan dejándote a oscuras, por un momento solo. Un momento eterno.

Apnea

 ¿Es el mar lo que oyes dentro de mí,  sus insatisfacciones? ¿O la voz de la nada, tu locura?  Sylvia Plath  Sobre tu pecho sentí las olas que inventabas para mí. Llegué a creerte, y a pulmón bajaba de tu mano hasta mi fondo rocoso. Sin aire era más fácil anclar mi vida a tu espalda y gritar de amor. Pero emergí a destiempo en el fin del mundo. Ahora el silencio es una lápida de agua para esta muerte con ojos abiertos. Y no puedo volver: se diluye mi sangre si respiro tu nombre. Asfixia la ceguera. Hiere desear la bruma. Mata permitir la herida. Aquí en la superficie lo tengo todo, y aunque nada sirve, sé que renacer es aprender otra vez a respirar. 

Para poder respirar

Ellos lo son todo. Mis hijos me salvan del abismo interior y apagan el deseo de oscuridad permanente. Ellos lo son todo. Por ellos tengo que vivir y debo vivir. Consigo ser mejor madre, mejor persona. Que no noten ni una sola de mis sombras. Que no vuelvan a sentir mis lágrimas. No siempre logro mi objetivo. Pero es cinco de enero, y sigo en pie, a pesar de todo.  *** Enero de 2020 me lo trajo a él. Y he cambiado. Y en cada una de mis células está su nombre grabado a fuego, como un tatuaje invisible que solo percibo yo. No es que deba entenderme nadie. El corazón tiene sus propias razones o eso dicen. Entró en mí y me barrió el dolor, al princicipio. Y siguió entrando en mí, cada noche, varias veces. Me llenaba. Me completaba. No dejaba un milímetro de espacio libre. Sus manos se fundían en mi cuerpo y mi piel ardía sobre el suyo. Desde enero, de 2020 he sido su presa, y a sabiendas del dolor entre sus dedos, me dejé llevar. Y me arrasó por dentro con un amor tan inmenso y tan hondo co