Que debo ser valiente para enfrentar la realidad: soy un producto de la sobreprotección como una forma de amor mal entendida. Eso me dices en tus momentos de lucidez dulce en los que quiero instalarme para siempre y no respirar. Lucidez punzante como astilla de hierro. Durísima lucidez que prefiero siempre a tus gritos. Que tenga valentía para reconocer que todo lo que percibo está equivocado y que te mostré al mundo como si fueras el monstruo secreto que cobijo bajo la cama. Lo hice. Y abrí mi pecho y te entregué todo lo que conocía, mientras el corazón me latía en los pezones al ritmo que le marcaba tu voz. Valentía le pides a un juguete destrozado y hay trozos de plástico de muñeca vieja en mi habitación de casa de mis padres. Fue premonitorio y se ha cumplido: desnudos frente al espejo nunca conseguí ver tu sombra. Ya no estás. Y quieres que sea valiente para morir en un abrazo que no es el tuyo. **** He desaparecido. Pero en el hueco que habité crecen árboles frutales, huele a
Rosario Troncoso