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Mostrando entradas de enero, 2021

Las estelas de los barcos

Me subiste a pulso del agua, y creías estar a muchos metros sobre mí. Lo que no sabías es que respiro en todos los niveles. Y llegar al fondo no me asusta. Tú sabes del mar y su ira, sus sacudidas rompen tu sistema por completo. En cambio yo soy capaz de parir en mitad de la tormenta mientras el frío te ahoga y te destruye. Ya no duele la herida del anzuelo. Aprendí a sellar mis labios y a no perseguir por amor las estelas de los barcos. 

Un momento eterno

Confieso el dolor y las obsesiones. No es habitual reconocer que se es frágil (aunque una haga aquí inventario de sus neurosis), que se es un poco demente, quizás, como lo somos todos. No es común la sinceridad de plantarse ante los demás como lo que se es. El uso de máscaras aceptadas y aceptables es la constante. Limpiamos rápidamente la sangre transparente derramada después de las puñaladas invisibles. Al trasluz se ven las huellas. Pero confieso el dolor y las obsesiones. El ninguneo, el silencio adrede, esa amistad que no es, que no está, pero fingió que era y que estaba. Ay, esas personas que llegan, absorben toda la luz, y se alejan dejándote a oscuras, por un momento solo. Un momento eterno.

Apnea

 ¿Es el mar lo que oyes dentro de mí,  sus insatisfacciones? ¿O la voz de la nada, tu locura?  Sylvia Plath  Sobre tu pecho sentí las olas que inventabas para mí. Llegué a creerte, y a pulmón bajaba de tu mano hasta mi fondo rocoso. Sin aire era más fácil anclar mi vida a tu espalda y gritar de amor. Pero emergí a destiempo en el fin del mundo. Ahora el silencio es una lápida de agua para esta muerte con ojos abiertos. Y no puedo volver: se diluye mi sangre si respiro tu nombre. Asfixia la ceguera. Hiere desear la bruma. Mata permitir la herida. Aquí en la superficie lo tengo todo, y aunque nada sirve, sé que renacer es aprender otra vez a respirar. 

Para poder respirar

Ellos lo son todo. Mis hijos me salvan del abismo interior y apagan el deseo de oscuridad permanente. Ellos lo son todo. Por ellos tengo que vivir y debo vivir. Consigo ser mejor madre, mejor persona. Que no noten ni una sola de mis sombras. Que no vuelvan a sentir mis lágrimas. No siempre logro mi objetivo. Pero es cinco de enero, y sigo en pie, a pesar de todo.  *** Enero de 2020 me lo trajo a él. Y he cambiado. Y en cada una de mis células está su nombre grabado a fuego, como un tatuaje invisible que solo percibo yo. No es que deba entenderme nadie. El corazón tiene sus propias razones o eso dicen. Entró en mí y me barrió el dolor, al princicipio. Y siguió entrando en mí, cada noche, varias veces. Me llenaba. Me completaba. No dejaba un milímetro de espacio libre. Sus manos se fundían en mi cuerpo y mi piel ardía sobre el suyo. Desde enero, de 2020 he sido su presa, y a sabiendas del dolor entre sus dedos, me dejé llevar. Y me arrasó por dentro con un amor tan inmenso y tan hondo co