Me subiste a pulso del agua, y creías estar a muchos metros sobre mí. Lo que no sabías es que respiro en todos los niveles. Y llegar al fondo no me asusta. Tú sabes del mar y su ira, sus sacudidas rompen tu sistema por completo. En cambio yo soy capaz de parir en mitad de la tormenta mientras el frío te ahoga y te destruye. Ya no duele la herida del anzuelo. Aprendí a sellar mis labios y a no perseguir por amor las estelas de los barcos.
Rosario Troncoso