Confieso el dolor y las obsesiones.
No es habitual reconocer que se es frágil (aunque una haga aquí inventario de sus neurosis), que se es un poco demente, quizás, como lo somos todos.
No es común la sinceridad de plantarse ante los demás como lo que se es. El uso de máscaras aceptadas y aceptables es la constante. Limpiamos rápidamente la sangre transparente derramada después de las puñaladas invisibles. Al trasluz se ven las huellas.
Pero confieso el dolor y las obsesiones.
El ninguneo, el silencio adrede, esa amistad que no es, que no está, pero fingió que era y que estaba. Ay, esas personas que llegan, absorben toda la luz, y se alejan dejándote a oscuras, por un momento solo. Un momento eterno.
No es habitual reconocer que se es frágil (aunque una haga aquí inventario de sus neurosis), que se es un poco demente, quizás, como lo somos todos.
No es común la sinceridad de plantarse ante los demás como lo que se es. El uso de máscaras aceptadas y aceptables es la constante. Limpiamos rápidamente la sangre transparente derramada después de las puñaladas invisibles. Al trasluz se ven las huellas.
Pero confieso el dolor y las obsesiones.
El ninguneo, el silencio adrede, esa amistad que no es, que no está, pero fingió que era y que estaba. Ay, esas personas que llegan, absorben toda la luz, y se alejan dejándote a oscuras, por un momento solo. Un momento eterno.
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