De nuevo comienza julio y lo que creí que se había desanudado sigue apretando por dentro, como si el tórax tuviera dos tallas menos y la masa del corazón se hubiera densificado, aumentado hasta el límite. Cuesta latir, vivir, bombear sangre a todas las plantas de este edificio que ya muestra grietas visibles.
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Un viernes fueron sus manos las puertas al universo, la seguridad, un hogar imposible entre espinos, el agua transparente. Y el domingo, dolor agrio, silencio, muerte de las flores. De nuevo la corriente turbia de la incertidumbre y el vacío más absoluto detrás de unos ojos tan verdes como opacos.
"No te quiero al cien por cien. No te quiero como tú. No te quiero como para que sepa que ahí estás, atónita y confusa, asistiendo a la agonía del deseo."
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Esta intermitencia del amor. Esta enfermedad dulce. Me he contagiado la boca con el roce animal de tu vientre.Esta intermitencia me hace suya y me retiene con las manos rudas que arrojan la esperanza, como un bebé muerto y repudiado, al fondo del olvido y que no importa.
Este sangrar infinito entre las piernas, oliendo a lo que no quieres que huela; a ti, no a mí, y te repugna porque no soy ella, ni la otra, ni ninguna de las que recuerdas. Porque soy nadie, igual que tú. Así me has hecho: nada, nadie, humo, desmemoria. Soy un cuerpo sobre ti, abierto de cuajo, descosido, roto por completo. Y me acurruco la vida en el acantilado de la cama, pero hay embestidas como temporales fieros: caigo entre las rocas en pedazos.
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