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Mostrando entradas de 2017

Perdóname el veneno

Siempre es el dolor la otra cara de la euforia. Siempre la sangre, después de los besos. Prometí no volver a buscar la oscuridad y quedarme en la calma más luminosa. No soy buena prometiendo nada, ni siquiera me mantengo la palabra a mí misma. Sucumbir a la humedad de nuevo. Ser la conciencia de un pez que ya no existe, y del que ni siquiera quedan huellas de raspas frágiles sobre la tierra. Ni la sombra. No tiene memoria el mar. No guarda las ausencias. El camino de vuelta siempre es más denso que la espera. Las certezas son crueles, aunque sean necesarias. La euforia arrastra mis manos a tu vientre. Y soy una criatura líquida que lame tus deseos. ..................... Perdóname el veneno. El tuyo y el mío. Toda la rabia que vertí sobre tus labios y en la boca de otros. Perdóname el veneno de este año, y de esta vida. .................... Recobrar la cordura. Regresar a casa. Y sembrar las aceras del rastro sórdido de la culpa.

A lo mejor es Dios

Gracias a mi amigo y editor, Javier Sánchez Menéndez, he conocido a Osvaldo Sauma. Es de Costa Rica, y en su libro, Terapia de Locos, encontramos desgarros como éste: (...) yo también naufragaba en un mar sin orillas aunque vos no lo vieras o no quisieras verlo que es la peor de todas las cegueras. Los dos, Javier y Osvaldo, Osvaldo y Javier, son ejemplos. ........ Un par de alumnas han subido a mi Departamento buscando ayuda para entender la sintaxis. Mi compañera y yo les hemos fotocopiado apuntes, libros, ejemplos. Más apuntes, más libros, más ejemplos. Una lista de oraciones resueltas. Vacías. Aprender sintaxis. Entender el funcionamiento del idioma, el pálpito del habla, la emoción del alma si se comunica. Coordinación. Subordinación. Hilar un latido con otro, que se complementen. Es difícil. Muy difícil. Mecánicos juguetes, hemos abandonado la conciencia y el pulso. Sintaxis. Morfología. Miedo. Entender que se comunican, y saberlo. La angustia de lo abstracto.

Mis pechos como los suyos

Expulsar de la piel todo el rastro. Seguir con los ojos vacíos igual que las paredes de una casa que ya no existe. Descampado, quizás. El hueco. La raíz. Y una calle sin nombre. ....... He dejado de estar enfadada. La rabia me deja exhausta, y ahora no puedo permitirme malgastar energía. Raciono la fuerza. Algunas horas de sueño. Muy pocas. Y recupero lo que hay en el espejo, para adherirlo a mi voluntad. Ahora no me hables de alejarme del yo, de dejar a un lado subjetividad y otras mezquindades. Hoy no quiero que hablemos de lo que sucede fuera. Prefiero seguir en este lado. En esta orilla. Ignorar el río y su voz cuando reprocha lo que ya sé. Déjame intentar tocarte, atravesar el aire incluso, cubrirme el cuerpo con lo que queda de ti. ....... Estoy intentando volver a escribir. Pero también palpo mis pechos a diario en la ducha, y me tomo la temperatura. Volver a escribir es vencer el miedo, y ganarle la batalla, como dicen los eslóganes publicitarios sobre el cáncer de m

Velocidad

Me encargan reseñas, artículos, poemas, besos. Y sigo inmersa en la misma nebulosa. Es idéntico el aroma del cansancio y la ternura: huelen a colonia de bebé.  ....... Tengo que entregar un comentario del libro Píldoras de Papel (Huerga & Fierro) de Ana Patricia Moya. Ella es mi amiga (bueno, lo era antes de este grandísimo retraso en la entrega de su comentario), y es una de las poetas más salvajes que conozco. Certera, ágil, de palabras como balas, rápida e hiriente. Me está fascinando el libro. Y ella me fascina. La fascinación, sí. Me permito sentirla de vez en cuando. Y sienta bien.  ....... Tengo una "antología". Pero no lo es. Son solo un puñado de poemas seleccionados por mi buen amigo Paco González Fuentes, que me admira y me quiere, y todavía no sé muy bien el motivo.  Siempre me inquieta que alguien me quiera porque sí, sin reservas. Lo necesito, pero me inquieta, aunque no hasta la incomodidad, sí lo suficiente para hacerme sentir culpable.

El mecanismo de lo estable

Es jueves. Es abril. El lunes, volví al trabajo. Nómina, salario, sustento. Y he decidido comenzar, de una vez por todas, este diario. A ver si consigo una mínima continuidad, y un par de lectores. La zafiedad arrastra, y su corriente es fuerte, implacable. Hay asideros en la orilla de alguna esperanza, la última. Esa de la que hablan, los que no están ahora aquí, y dicen que no hay que perder, jamás. Quiero pensar que no es tarde. Sí. Lo pensaré. ...... Abril y mayo, e incluso junio, son meses fuertes en lo literario. Ya estoy invitada a tres ferias del libro, un par de encuentros de autores, y algún que otro acto de presentación de libros, propios y ajenos, muy míos. No niego, ni disimulo, cierta ilusión. Pero de unos años para acá, siempre desazón. No soy la misma que hace diez años.Ya no somos los mismos. Y se nota la erosión. Caras que no deseo ver. Albaricoques (P., dixit), enfermos de ego, con los que no quiero desperdiciar mi maltrecha energía. Hay que estar.

El silbido de una bala

Es domingo y llueve. Mañana, dicen, que se irán los nubarrones. Es cuestión de tiempo. Dormir, para que el cielo se despeje. Añoro el calor, y cómo me sentía hace ahora justo un año. Sí. Y es que la incertidumbre crea cierta adicción. También ocurre con la tristeza. Si hace nido en las entrañas, cuando vuela, deja un hueco extraño, difícil de ocupar con otra sensación. La tristeza es densa, espesísima, como la melaza. Quizás dulce, también. Prepara la piel para la ternura. ...... Sigue enviándole flores, corazones, besos. Le escribe palabras de amor, en el humo, en la niebla. En una pantalla muerta, sin rostro, tampoco. Sin señal de vida al otro lado del frío. El desconcierto y la soledad. Sin conexión. Sin nada. Nada. Nadie. Arriba, a la derecha, el miedo es un círculo vacío. El límite, ante la muerte, es tan solo un número, sin semillas. Sigue hablándole en la madrugada. Como quien reza. En susurros dolientes. Y en silencio, limpia de la superficie planísima, alguna lágrima i