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Mostrando entradas de noviembre, 2019

El erial que somos

María Zambrano en Claros del bosque ya escribió acerca de la sordera y la mudez circunstancial del corazón, que prefiere echarse a un lado para que la mente se ocupe en otros menesteres. Son ya muchos los intentos de sustraerme de las corrientes eléctricas. Intentos sin éxito, pues el calambre regresa y atraviesa la carne. No son visibles los efectos, todavía. Lo serán. Procuro mantener a salvo esta burbuja ignífuga en la que alimento a mis hijos, y a los suyos.   ***   Como una brizna de hierba, seguirte, estar en el aire que envuelve tu existencia.   ***   Un tobogán. Un altísimo tobogán, desde cuya parte más alta no es posible vislumbrar qué hay abajo, si agua o lodo, si piedras o abismo. Y el impulso de deslizar el cuerpo con sus deseos amarrados: tu imaginaria lengua en mis pechos, tus soñadas manos en mi vientre. Arrojar el cuerpo sin su mente, desanclado ya tu nombre del pensamiento, como muñeco viejo. Y caer en el abismo, o sobre piedras, o en lodo o al agu