Los seres fronterizos están hechos de niebla. Perder la percepción de la propia imagen, el despertar sin imagen, la preexistencia del amor, que diría María Zambrano.
Persiste una herida que no se ve. Pero da miedo.
Si la grieta es interna y la hemorragia por dentro, la muerte pasa desapercibida. Se cuela como ladrona encapuchada a traicionarnos. Cesa el impulso. No hay Dios.
***
Escribir durante todo el día, sin que ni una sola línea se materialice. Ir enhebrando las palabras precisas en el ojo de la aguja de lo real, cada vez más estrecho, cada vez más difícil.
***
Una luz turbia me ha echado raíces en la boca del estómago. Atraviesa los párpados y me invade de insectos invisibles la garganta. Es el mismo nombre el que me acecha, y es solo el recuerdo de ese nombre, ese mismo nombre. El rostro diluido en la memoria, la espesa memoria.
No soy selectiva con el dolor. Antes elegía dónde debías dolerme tú.
Tú.
Ahora solo importa que al menos duelas. Que alguien duela un poco. Solo así tengo la certeza de que no soy un cadáver que camina en la rutina, perdido en los centros comerciales.
***
Me repite siempre que tengo talento. Que soy mejor de lo que creo. Debo creer. Seguir. Hacer. Crear.
Quiero confiar de nuevo en esa energía limpia, virgen, que ya no está, ni responde si la llamo.
Persiste una herida que no se ve. Pero da miedo.
Si la grieta es interna y la hemorragia por dentro, la muerte pasa desapercibida. Se cuela como ladrona encapuchada a traicionarnos. Cesa el impulso. No hay Dios.
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Escribir durante todo el día, sin que ni una sola línea se materialice. Ir enhebrando las palabras precisas en el ojo de la aguja de lo real, cada vez más estrecho, cada vez más difícil.
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Una luz turbia me ha echado raíces en la boca del estómago. Atraviesa los párpados y me invade de insectos invisibles la garganta. Es el mismo nombre el que me acecha, y es solo el recuerdo de ese nombre, ese mismo nombre. El rostro diluido en la memoria, la espesa memoria.
No soy selectiva con el dolor. Antes elegía dónde debías dolerme tú.
Tú.
Ahora solo importa que al menos duelas. Que alguien duela un poco. Solo así tengo la certeza de que no soy un cadáver que camina en la rutina, perdido en los centros comerciales.
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Me repite siempre que tengo talento. Que soy mejor de lo que creo. Debo creer. Seguir. Hacer. Crear.
Quiero confiar de nuevo en esa energía limpia, virgen, que ya no está, ni responde si la llamo.
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