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Para respirar

Ha huido el tiempo demasiado pronto este curso. Encadeno perplejidades.
Los lobos están bien alimentados, y esta mañana los he visto tumbados panza arriba bajo el sol.
Son los mismos de siempre, y se cruzan con mi sombra en los pasillos. A veces uno concreto busca mis ojos para mirarme. Otras, solo siento su leve roce. El suave pelaje me eriza la piel. Y no es placer. Él observa mis manos llenas de aire, y tensa mis venas desde fuera del aula (el lugar donde me voy descomponiendo, imperceptiblemente).
Lobos. Se rompe el equilibrio. Pero jamás una dentellada. Ni una gota de sangre. No hay asideros fuertes a los que aferrarse curso tras curso. Mientras, marco en rojo errores pequeños. Insignificancias.

...

No hay dolencia más letal que la decepción. Otras veces lo afirmé. Pero no me lo creía del todo. Es poderosa la juventud, y su fuerza deslumbrante. Se pierde la perspectiva. Se desdibujan las orillas del camino.
...

El mar al fondo nos intuye. El mar, al fin y al cabo. El mar como el refugio último. Única salida. Latido de agua. Azul para respirar.



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