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Perdóname el veneno

Siempre es el dolor la otra cara de la euforia. Siempre la sangre, después de los besos.
Prometí no volver a buscar la oscuridad y quedarme en la calma más luminosa. No soy buena prometiendo nada, ni siquiera me mantengo la palabra a mí misma.
Sucumbir a la humedad de nuevo. Ser la conciencia de un pez que ya no existe, y del que ni siquiera quedan huellas de raspas frágiles sobre la tierra. Ni la sombra. No tiene memoria el mar. No guarda las ausencias.
El camino de vuelta siempre es más denso que la espera. Las certezas son crueles, aunque sean necesarias.
La euforia arrastra mis manos a tu vientre. Y soy una criatura líquida que lame tus deseos.

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Perdóname el veneno. El tuyo y el mío.
Toda la rabia que vertí sobre tus labios y en la boca de otros.
Perdóname el veneno de este año, y de esta vida.


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Recobrar la cordura. Regresar a casa. Y sembrar las aceras del rastro sórdido de la culpa.





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