Es domingo y llueve. Mañana, dicen, que se irán los nubarrones. Es cuestión de tiempo. Dormir, para que el cielo se despeje.
Añoro el calor, y cómo me sentía hace ahora justo un año. Sí. Y es que la incertidumbre crea cierta adicción.
También ocurre con la tristeza. Si hace nido en las entrañas, cuando vuela, deja un hueco extraño, difícil de ocupar con otra sensación. La tristeza es densa, espesísima, como la melaza. Quizás dulce, también. Prepara la piel para la ternura.
......
Sigue enviándole flores, corazones, besos. Le escribe palabras de amor, en el humo, en la niebla. En una pantalla muerta, sin rostro, tampoco. Sin señal de vida al otro lado del frío. El desconcierto y la soledad. Sin conexión. Sin nada. Nada. Nadie.
Arriba, a la derecha, el miedo es un círculo vacío. El límite, ante la muerte, es tan solo un número, sin semillas.
Sigue hablándole en la madrugada. Como quien reza. En susurros dolientes. Y en silencio, limpia de la superficie planísima, alguna lágrima imprevista.
Hay un muro voluntario. Una frontera de océano. Un dolor de agua.
Ella ha vuelto a bloquear la entrada y la salida. Pero allí permanecen sus ojos, quizás, con un poco de luz. Calor residual.
Él, sigue enviándole besos, corazones y flores, a la fiesta gris de una pantalla, como quien se desangra de amor ante una lápida.
......
Ellos tienen razón. Exhibirse y lanzar proyectiles al aire, es peligroso.
Casi siempre soy yo la que recibe el tiro en la sien. El tiro virtual del más desesperado intento de parecer diferente. O a lo mejor, lo soy.
No quiero pensarlo.
Ellos tienen razón. Oyen el silbido de una bala, y recogen el cuerpo y la mente.
No es mi intención el daño, ni la desazón.
Defiendo el territorio donde soy feliz. Mi refugio. Mi escondite. Mi lugar.
Solo es eso.
Una muralla defensiva que proteja la ilusión.
......
Es el amor, el amor, el amor. La literatura. Los afectos. El amor, el amor, el amor.
Si solo es el amor, hay fragilidad. Yo solo quiero amor. Solo tengo amor. No quiero academias, cátedras, títulos, carteles, papel. Solo amor. Y si solo es el amor, hay fragilidad.
Si hay fragilidad, todo tiende a romperse.
Cuando no haya amor, no habrá literatura. No me interesa nada más que el amor.
.......
No me conoces. No quiero que me conozcas. Prefiero que me imagines.
Así es como se logra la eternidad.
Añoro el calor, y cómo me sentía hace ahora justo un año. Sí. Y es que la incertidumbre crea cierta adicción.
También ocurre con la tristeza. Si hace nido en las entrañas, cuando vuela, deja un hueco extraño, difícil de ocupar con otra sensación. La tristeza es densa, espesísima, como la melaza. Quizás dulce, también. Prepara la piel para la ternura.
......
Sigue enviándole flores, corazones, besos. Le escribe palabras de amor, en el humo, en la niebla. En una pantalla muerta, sin rostro, tampoco. Sin señal de vida al otro lado del frío. El desconcierto y la soledad. Sin conexión. Sin nada. Nada. Nadie.
Arriba, a la derecha, el miedo es un círculo vacío. El límite, ante la muerte, es tan solo un número, sin semillas.
Sigue hablándole en la madrugada. Como quien reza. En susurros dolientes. Y en silencio, limpia de la superficie planísima, alguna lágrima imprevista.
Hay un muro voluntario. Una frontera de océano. Un dolor de agua.
Ella ha vuelto a bloquear la entrada y la salida. Pero allí permanecen sus ojos, quizás, con un poco de luz. Calor residual.
Él, sigue enviándole besos, corazones y flores, a la fiesta gris de una pantalla, como quien se desangra de amor ante una lápida.
......
Ellos tienen razón. Exhibirse y lanzar proyectiles al aire, es peligroso.
Casi siempre soy yo la que recibe el tiro en la sien. El tiro virtual del más desesperado intento de parecer diferente. O a lo mejor, lo soy.
No quiero pensarlo.
Ellos tienen razón. Oyen el silbido de una bala, y recogen el cuerpo y la mente.
No es mi intención el daño, ni la desazón.
Defiendo el territorio donde soy feliz. Mi refugio. Mi escondite. Mi lugar.
Solo es eso.
Una muralla defensiva que proteja la ilusión.
......
Es el amor, el amor, el amor. La literatura. Los afectos. El amor, el amor, el amor.
Si solo es el amor, hay fragilidad. Yo solo quiero amor. Solo tengo amor. No quiero academias, cátedras, títulos, carteles, papel. Solo amor. Y si solo es el amor, hay fragilidad.
Si hay fragilidad, todo tiende a romperse.
Cuando no haya amor, no habrá literatura. No me interesa nada más que el amor.
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No me conoces. No quiero que me conozcas. Prefiero que me imagines.
Así es como se logra la eternidad.
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